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LA HISTORIA DE THOMAS

—Ana era una mujer maravillosa— dice Zoe, su hermana con sus ojos llenos de lágrimas, de cuarenta años, pelirroja, vestido blanco con lunares negros y sandalias rojas. Su rostro arrugado me indica lo que ha sufrido y aún no la hace— jamás haría semejante acto. Nunca acabaría con su vida de esa manera. Ella amaba vivir, siempre buscaba lo positivo en cualquier circunstancia. Recuerdo una vez que sufrió un robo a punta de pistola, cuando la familia se reunió a su lado, Ana con una sonrisa cariñosa dijo, “espero que ese hombre lleve un plato de comida a su familia”. Si de algo estoy segura— se seca una lágrima que recorre su mejilla— es que en su mente no estaba instalada la idea del suicidio, de arrojarse de un sexto piso. ¡Oh! —Exclama sonándose la nariz con un pañuelo de tela— es tan triste que terminará de esa manera. Como olvidar sus rizos rubios, sus ojos color café que siempre brillaban cuando hablaba de su hijo.¡¡¡ Pobre John!!! —Dice entre sollozos—perdió a su padre en un accidente y ahora a su madre. ¿Qué será del muchacho?
— ¿Ana se contactó con alguien antes de morir? —Digo apresurado, necesito llegar a la verdad—
— No lo creo, igualmente era muy reservada en sus asuntos— bebe un sorbo de agua— ¿Tiene importancia?
—Es de suma importancia, deseo seguir todas las pistas posibles.

Mi nombre es Thomas J. Sinclair, soy un detective a punto de retirarme. Me han encargado como último caso, resolver una serie de misteriosos suicidios. El de Ana es el más reciente, pero logré conectarlo con siete casos más. Siempre con vestigios de duda, cada víctima no dio indicios de depresión, o algo que indicara la decisión trágica. Mi capitán Luke Harrison, me dijo acongojado que yo era su última esperanza para saber que sucedió con su sobrina Karen. Bellísima joven y recién recibida de arquitecta. Se arrojó debajo de un camión de caudales en plena luz del día ante cientos de testigos atónitos ante su actuar. En ella no se logró observar ni la mínima duda, su mirada parecía perdida,  se entregó a la muerte sin batallar. En el funeral, Harrison, con sus ojos llenos de lágrimas y con su rostro apoyado sobre mis hombros, no lograba entender cómo su princesa, la luz de su camino había tomado semejante determinación. Al poco tiempo se le sumaron las restaste muertes, ella fue la primera de una larga lista, la víctima cero.

En una noche de desvelo logré vincular estos casos, luego de varias tazas de café, mi mente comenzó a actuar, a atar los cabos sueltos. Si bien estas personas no se conocían entre sí, todas antes de suicidarse habían estado en contacto con una mujer llamada Marie Jane pero sin ninguna evidencia que respalde mi teoría, enfrentarla hará que ella escape y le pierda el rato. Asumo que Marie Jane es una maestra del crimen, que lleva años actuando de esta manera pero en esta vez fue más lejos. Tengo que detenerla, porque ella jamás lo hará, y la ciudad se convertirá en un gran cementerio.

— ¿Me puede decir que pista? —Indaga con incomodidad—
—No, es una investigación en curso, sepa usted disculparme.
— Entiendo— dice con desprecio—
— ¿Su hermana intentó comunicarse con su marido?
—Le dije que ha fallecido…
—Lo sé —digo con calma— pero quizás buscó ayuda del estilo paranormal.
— Dudo que lo hiciera, no creía en esas personas. Ella supo llevar la muerte de su esposo de la mejor manera posible. Luego de superar un trauma de su infancia pudo enamorarse y casarse. Lo que si siempre quiso hacer es dejar el vicio del cigarrillo.
— ¿Lo logró?
—No sabría decirle porque en la última reunión familiar, expuso ante todos su decisión, luego no volvimos a saber de ella.
— ¿Dijo si iba a ver a algún médico especializado?
— No fue específica, algo normal en Ana—refunfuña— no entiendo qué importancia puede tener este tema.
—Zoe—digo adelantándome en mi asiento—todo es importante, cada dato, horario o circunstancia diferente en la rutina puede ayudarme a llegar a la verdad. — ¿No le resultó extraño que Ana tomara esa determinación?
—La verdad es que sí, ella adoraba el cigarrillo, según sus palabras le ayudaba a conectarse con sus pensamientos. Su exposición siempre me pareció falta de argumentos, hemos discutidos mucho. Pero siempre hacia lo que quería, se guiaba por lo que sentía, no por lo que el resto opinaba.
—Me resulta interesante que Ana quisiera realizar un cambio radical en su rutina, en su salud. Pensar más en sus seres queridos que en ella misma, ¿pero luego terminar con su vida?, todo es muy turbio, muy raro. Zoe logro entender porque se contactó conmigo siendo la única que dudaba de la hipótesis del suicidio. Pero aun así— toso—estoy falto de pruebas que me ayuden a concatenar cada muerte con un solo culpable y presentarlo frente al Juez W. Brown. Creo, y esto es solo una corazonada, que cada una de las víctimas intentó dejar algún vicio en particular. Esa es la conexión.
—No comprendo—me invita un vaso de agua—
Me levanto, observo a mi alrededor lo cálido del hogar, la gama de colores en la decoración, una gran biblioteca con obras de todos los tiempos. Me llena el alma de paz. Dos sillones rojos donde nos encontramos hablando, una mesa de pequeñas dimensiones indicativo de su vida solitaria. Una alfombra verde pálida, y un televisor que acumula polvo.

 Respiro profundo y digo:
—Mi hipótesis, basándome en mi experiencia es que un ser oscuro y frío está en la búsqueda de nuevas presas. Y como ocurre siempre, encuentra las debilidades para entablar empatía y logra llevar a cabo su cometido.
—Pero ninguna víctima fue asesinada— expresa confundida—
— En ese punto deseo detenerme. No siempre un asesino realiza el acto propiamente dicho, a veces emplea técnicas o cuenta con cómplices que llevan a cabo sus locuras. El día que expuse a las autoridades y compañeros mi teoría, se rieron hasta el hartazgo. Puede parecer estúpido pero debemos tener una mente más predispuesta a comprender las locuras, la variabilidad de las personas y sus manías. Estoy más que seguro que lo que sucede es mucho más complejo de lo que se puede uno imaginar.
—Espero que así sea, mi hermana no merecía el final que tuvo. Ella merecía una muerte placentera y John despedirse de su madre de una manera más pacífica.

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La historia de Thomas: Proyectos
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