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Donde caduca la desesperación, nace la esperanza

Updated: Feb 11, 2020

Una pequeña brisa que hacia bailar las hojas, entre el sonido del tumulto de gente dialogando sobre temas variados, Mauro se encuentra intentando entender las palabras que Ivana quiere expresarle con lágrimas en los ojos.

– Mi amor- sollozó- no podemos continuar con nuestra relación. Tiene que tener un punto final, nuestro cariño permanecerá por el resto de nuestras vidas pero es momento de caminar senderos diferentes.

– ¿Cómo me puedes decir esto en este momento?- Dijo Mauro tapándose el rostro. Su corazón acababa de romperse en mil pedazos.

– Es así, debe ser así. Está escrito- leve sonrisa de tristeza-

– No tiene que serlo, no debe serlo. No puedes acabar con algo tan hermoso. Nos amamos, tenemos ese no sé qué. Por favor Ivana no me dejes a la deriva. Sin ti, seré un barco en una tormenta huracanada, esperando hundirse.

– Siempre- exclamó con tranquilidad- te dije que yo solo soy una pasajera en el viaje de tu vida. Tu Mauro, debes buscar tu destino. Amarte sobre todas las cosas, sobre cualquier persona. Cuando te conocí, no entendía que es sentirse amada, protegida y a la vez libre de decidir sin una mirada inquisidora. Pero toda historia o relato que comienza debe llegar a su punto final. No deseo que comprendas, ni que busques razones banales. No estoy enamorada de nadie más que de ti, no quiero cumplir ningún sueño, no me iré a vivir a ningún lugar paradisiaco. Solo…- se silenció-

– Termina la frase Ivana- dijo él elevando la voz-

– No puedo, no debo- una lagrima brotó y recorrió su mejilla y Mauro se la retiró. Le acarició el rostro, le corrió el cabello y dijo:

– Tienes que decírmelo, tienes que regalarme una respuesta, que aunque no sea satisfactoria, me permitirá continuar. Me permitirá, entre las penumbras de la soledad, recordarte con una sonrisa de añoranza.

– Mauro lo que más deseo en este mundo es poder decirte todo lo que sucede. Te lo prometo, a su tiempo lo sabrás. Te resta esperar, recuerda todo lo que vivimos en este año.

– Jamás lo olvidaré, fue el mejor año de mi vida. Y hoy, en el momento que más te necesito, me dejas- Esta vez fue a él a quien le brotó una lágrima-

Ellos se conocieron una tarde de verano, en la cuidad, la misma que tiene mucha belleza en sus alrededores. Aunque se trate de un lugar desbordado de automóviles, gente apresurada y alta tasa de criminalidad. Si uno se toma el tiempo y se aleja de la locura, puede encontrarse con lagos, montañas y tanta belleza que solo un ser sin vida no quisiera conocer.  En ese momento, Ivana  trabajaba en un Call center, Mauro llamó alterado por el mal funcionamiento de la empresa que contrató. Ella, con su personalidad apacible buscó la forma de calmarlo y lo logró. Siendo un efecto colateral, Mauro, se sintió por ese momento levemente enamorado. La piel se le  erizaba mientras la oía, su problema telefónico no se solucionó pero tenía otra meta en la vida, buscar a la dueña de la voz que lo enamoró.

Resultó tan dificultoso, sabía que nada es fácil en la vida, pero aun así nunca se rindió, se comunicó con la empresa unas veinte veces durante el día, necesitaba conseguir la mínima pista para dar con el paradero de la dueña de sus sueños. Al punto tal de ser denunciado por acoso, muy lejos de eso. Él no quería obligar a  que lo amara y que siempre estuviera a su lado. Solo necesitaba verla, sentir su perfume e intentar invitarla un café. Sus amigos, lo convencieron de que la batalla estaba perdida, que jamás de los jamases podría encontrarla. Tal vez sea de otra provincia, de otro país. Lloró, y sí que lo hizo, a escondidas de sus seres queridos que siendo de un pensamiento antiguo, le sugerían que un hombre no debe llorar, y más por una persona que nunca había conocido, “debes ser fuerte siempre ante la adversidad”, una lógica que nunca le funcionó. Él sabe que una emoción reprimida es un problema de salud en el futuro. Tras  luego de varios meses de intentar dar con Ivana sin resultados positivos, buscó una forma de canalizar su amor, su frustración y se dedicó a escribir poesías. Solo abordaban el tema del desamor, de la oscuridad que genera la falta de esa emoción en la vida de cualquier ser vivo. Luego de meses de esa llamada, resignado con la vida y peleado con su entorno que no lograba entender ese amor desmesurado por alguien a quien solo había oído al teléfono, Mauro publicó su primer poema llamado “El atardecer de tus rizos castaños”; cuando tuvo la aceptación que pretendía, creó un blog para comenzar a desandar el camino de la fama. Al corto tiempo, una editorial lo contacto con la idea de promocionar sus escritos. Según Pedro Aristizabal, tenían algo especial que llegaban al alma, tanto así que su esposa había derramado lágrimas al sentirse en el lugar de Ivana.  Mauro analizó detalladamente la propuesta, nunca abordó una decisión sin antes meditarla con cautela, sabía que son puertas que se abren tal vez una vez en la vida. Le pidió algo de tiempo a Pedro, ya que él siempre tuvo miedo a los grandes cambios.

En la empresa donde pasó la mayoría de sus años de  vida, tiene una gran seguridad económica  y lo invadió el terror de tener que comenzar de cero, pero más miedo tuvo al saber que lo deseaba, lo deseó y nunca dejará de hacerlo. Ama, luego de Ivana, todo lo que respecta a la escritura, su tragedia amorosa ayudó a desempolvar el baúl de los recuerdos, ese que guardó en lo más recóndito de su mente. Su familia, de una forma u otra nunca permitió que él hiciera realmente lo quería hacer, escribir, sumergirse en el mundo de las letras. Siempre bajo la frase de “querer lo mejor para su hijo”, tiraron por la borda todos los sueños de Mauro y le obligaron a seguir ciertos legados. Trabajo estable, vida monótona y aburrida… Hasta que un día descubrió que la misma está llena de colores. Que aunque escriba del desamor y la tragedia, se puede desde otro punto observar el vaso medio lleno. No todo es malo, ni todo es bueno, hay que saber buscar el equilibrio y así, en las pequeñas cosas, ganar ciertas batallas.

– Pedro- dijo Mauro, firme pero temblando de los nervios- acepto la propuesta, dime que debo hacer.

– En media hora nos encontramos en el café de la esquina de tu trabajo y lo dialogamos mejor.

Ese día, martes soleado, cambió por completo el rumbo de su vida, tenía como frase de cabecera  “Jamás te apures en el camino de la vida, en la derrota gana la muerte” y fue por esto que le pidió a Pedro que intentara ir de a poco y ayudarlo a indagar todo el mundo literario. Eran dos personas completamente diferentes pero se complementaban. Compartieron cafés, bebidas alcohólicas, noches alocadas de boliches y Pedro intentó por todos los medios que Mauro se enamorara de cual mujer se cruzara en su camino pero era en vano, su corazón le pertenecía a alguien más.

– ¿Te gustan los hombres?- Preguntó Juan, amigo de Pedro, una noche en la que se reunieron a cenar.

– No entiendo tu pregunta- contestó Mauro –

– Si la entiendes, tú sabes a donde va dirigida la cuestión- rió-

– No, la verdad que no. Solo comprendo que si no deseo estar con una mujer que tú me presentas como candidata, inmediatamente  tu mente frágil asume que me atrae el sexo masculino. Que equivocado que estas.

– ¿Realmente lo estoy?- Juan se cruzó de brazos-

– Si, en demasía- Mauro lo miró fijo, casi al extremo de querer golpearlo en el rostro-

– Está bien- respondió con una leve sonrisa- Es tu elección, no quiero que pienses que te estoy juzgando.

– Para nada me interesa si me juzgas o no- Mauro tomó un sorbo de su bebida alcohólica y continuó- que te parezca extraño que ame a una sola mujer, que no sea un Don Juan como tú lo eres, no significa que tengas la verdad absoluta. Y si, hipotéticamente, me sintiera atraído a un hombre, no es un tema que tú debes traer a colación, o en su defecto darme tu aceptación. No te la pedí, no la necesito y no la quiero. Es más, doy por finalizada esta noche, porque personas como tú lo único que hacen es volver insoportable una reunión agradable.

– Perfecto, vete- dijo Juan empujando a Mauro- sabes dónde queda la salida, nadie te quiere aquí de todas maneras. Ve con tu poesía aburrida a otro lado- lo volvió a empujar-

Mauro estalló en furia, golpeó a Juan una vez tirándolo al suelo y ante la vista del resto de los invitados se  retiró. Se sentía liberado, enojado, pero se quitó una mochila muy grande de sus hombros.

El mundo literario, o mejor dicho, el negocio literario es un lugar donde la crítica destructiva existe en cada rincón, en cada palabra tóxica que liberan los sapientes del tema.

Por momentos él cree que unas palabras reconfortantes harían al mundo un mejor lugar en donde vivir.

Caminó pensando que hacer con su vida, intentó analizar los sucesos. Sabe desde lo más profundo de su mente que un acto violento, por más razón que haya, es injustificable. La palabra debe ser la mediadora, o en su defecto, si eso no funciona, el silencio es la mejor opción. La falta de palabra, ayuda a un ser no violento a no ingresar en mentes cerradas, conceptos que jamás entenderán.

Siendo la media noche, Mauro se detuvo sobre los canteros de La Cañada. Un lugar bellísimo por donde se lo mire, dos metros debajo circula un pequeño torrente de agua tenue y que al mirarlo varios segundos calma cualquier emoción tóxica que circule en la sangre. Del bolsillo de su camisa sacó una hoja de papel y una birome y comenzó a escribir una nueva poesía sobre Ivana. “Sé que te encontraré” se llamaba. Tomó el riesgo de sentarse en los canteros, dejando sus piernas flotando. Esa adrenalina a él lo ayuda a acomodar mejor las rimas. Una lágrima rebelde que él no quería dejar salir, brotó con más fuerza. Y brotó otra y otra, el papel humedecido se rompió ante la presión de tristeza que ejerció con una lapicera sin tinta. Mauro quería gritar, necesitaba quitarse toda la frustración de haber intentado por todos los medios dar con el paradero de aquella mujer que lo cautivó solo con su voz.

– ¡¡¡Oye tú!!!- exclamó una mujer de rizos castaños, de baja estatura, lentes cuadrados y una belleza incomparable- no debes enojarte, debes ser feliz. Eres hermoso, que tu rostro no se marque con las arrugas de la tristeza.

– Eres tu- dijo Mauro sonriendo-

– Si soy yo, ¿pero no sé a quién te refieres?, admito que suelen confundirme con esa actriz famosa… ¿cómo es que se llamaba? La tengo en la punta de la lengua- se acomodó el pelo-

– Ivana- es la única palabra que pudo decir Mauro-

– No, así no se llamaba… es un nombre ruso- sonrió-

– No, tus eres Ivana- dijo Mauro con una leve sonrisa que borró todo signo de tristeza-

– Si así me llamo, bueno, así me llamaron mis padres- sonrió- ¿Te conozco?

– No, pero yo a ti sí.

– ¿Se podrá saber de dónde?

– Va a parecerte una locura lo que voy a decir, pero me enamoré de tu voz el día que la escuché. Fue tal mi enamoramiento, que no pude entablar ninguna relación duradera. Ese día, escucharte me erizó la piel. Hablé tantas tardes con mi terapeuta que hasta me catalogó de loco por  amar a alguien con quien no compartí nada más que una llamada por un servicio defectuoso. ¿Pero alguien puede detener semejante emoción?, puedo decirte con seguridad que no. Llamé tantas veces a tu trabajo que me vi señalado como un acosador. Pero eso es lo más lejos de la realidad, solo deseaba conocerte, invitarte un café y que me dieras la oportunidad de conocerme…

Ivana no supo que responder, intentó pero sus palabras no salieron. No parecía asustada  en lo más mínimo. ¿Debería estarlo?, por supuesto, dado que en Córdoba abundan los casos de mujeres asesinadas por hombres que no saben aceptar un no por respuesta. Dió un largo suspiro y dijo:

-Diría que, aunque tengas vestigios de locura, es tierno lo que dijiste. No tengo miedo, sé leer a las personas y puedo notar que lo que me estás diciendo es en verdad genuino. Me transmites tranquilidad. ¿Te gustaría contarme de ti tomando un café?

Y así es como Ivana y Mauro no se separaron más. Vivieron cosas hermosas, aunque jamás contaron como se conocieron.

Mauro adoraba hacer el amor con su amada, amaba verla con su camisa como único objeto que cubriera su sensualidad. Entre cafés, charlas y demás su relación fue creciendo, tan fuerte como el acero y tan dúctil como el agua para adaptarse a cualquier circunstancia, en algunos aspectos ellos eran muy diferentes,  Mauro odiaba discutir, Ivana solo sabía resolver los problemas de esa manera, llevó algo de tiempo pero eventualmente ella reconoció que su manera de intentar resolver los conflictos no llevaba a ningún lado.

Los miércoles antes de caer la tarde, se dirigían religiosamente al Buen Pastor, un lugar hermoso, con aguas danzantes, una estructura realmente imponente y con un pasado oscuro. Disfrutaban sentarse en el césped a observar a las personas y armar historias. Fueron largas las charlas en ese lugar, donde Mauro con su sencillez le explicaba a ella que la vida sin pasión, no era una vida completa. Ella argumentaba que la vida nunca es completa, siempre hay faltas. Y así es como ellos, en sus diferencias lograban encontrar el equilibrio para seguir caminando de la mano. Hasta el trágico día en el que Ivana decidió finalizar su amor.

– Ivana por lo que más quieras dime la razón por la cual me abandonas-

– Mauro –dijo ella luego de unos minutos de silenciosa reflexión- prometo que mañana en este mismo bar, a esta misma hora, nos reuniremos y te diré el porqué, tal vez te puedas llevar una hermosa sorpresa.

Se despidieron y Mauro comenzó a transitar un camino diferente a su casa, pocas luces, poca gente. Necesitaba entender todo lo que había ocurrido. Lloraba viendo una foto de Ivana en su celular, no comprendía  tal vez que no todo termina, tal vez ella estuviera envuelta en alguna encrucijada y no sabía cómo pedir ayuda. Mientras miraba la foto por tercera vez no se percató de la situación a la que estaba por enfrentarse, un hombre de tez blanca, capucha negra salió de la oscuridad de un callejón, le apuntó con un revolver, le pidió la billetera y su celular. Mauro entregó lo primero, pero le rogó que le dejara el celular, era lo más importante que tenía, dado que allí tenía todas las fotos de Ivana pero el delincuente se negó, se trenzaron en lucha y de pronto, el ruido ensordecedor de un disparo se adueñó del silencio y Mauro cayó desplomado. La sangre brotaba de su pecho y comenzó a sentir el sabor a hierro en su boca. Un transeúnte que fue testigo de la situación corrió a socorrerlo, mientras que el delincuente huía y se perdía entre la multitud que poco a poco se acercaba al lugar, Mauro  se encontraba pálido, sus ojos demostraban que se había rendido, que no quería continuar viviendo, le indicó al desconocido que se acercara y con su último aliento le dijo:

– Dile a Ivana que la perdono, que la amo y que la cuidaré por el resto de su vida. A la vuelta de la esquina la estaré esperando- Mauro dejó de respirar-

Sus sueños, sus anhelos, terminaron esa tarde. Mauro jamás logró conocer la fama de la escritura, pero tuvo la dicha de finalmente conocer a Ivana, el amor de su vida, quien al enterarse de la trágica noticia lloró desconsoladamente en los brazos de su mejor amiga, Leticia. A ella le confesó que estaba embarazada de cinco semanas, que el miedo la invadió, el miedo a su familia, a los cambios que afrontaría su vida al convertirse en madre, ella estaba segura de que él la acompañaría pero antes debía pelear contra su familia religiosa, contra los que la señalaban y juzgaban…

Ahora es tarde, Mauro se fue de este mundo, sin saber lo que ella ese día no pudo confesarle. Se fue invadido de tristeza, pero su paso por esta vida no fue en vano, dejó en el vientre de Ivana parte de él…

Luego de cincos años, el pequeño Mauro corretea de acá para allá. Es un niño feliz, ella no logró encontrar otro hombre, no supo amar de la forma que amó a Mauro. Luchó por hacer realidad el sueño de su amado y logró publicar todas las obras que él le dedicó, con el dinero recaudado instaló un pequeño bar, lugar donde las personas se reúnen a disfrutar de la buena poesía. Lo nombró “Donde caduca la desesperación, nace la esperanza”.

Es así como finaliza una historia de amor y desamor en la que dos personas se amaron profundamente, con un amor que ya nadie está dispuesto a brindar…


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